Miranda: ¿Qué es tan gracioso?   
Andy: No, no, nada, solo que los cinturones son exactamente iguales para mí. Todavía estoy aprendiendo sobre esta cosa y…   
Miranda: ¿Esta “cosa”?.. Ahhh, bien. Entiendo. Tú crees que esto no tiene  nada que ver contigo. Vas a tu armario y escoges, no sé, ese viejo suéter de color azul, por ejemplo, porque quieres decirle al mundo que te tomas muy en serio como para interesarte por lo que te pones. Pero lo que no sabes es que el suéter no es sólo azul, no es turquesa, no es azul ultramar, es, en realidad, cerúleo.Y no te interesa el hecho de que en el 2002 Oscar de la Renta hizo una colección de vestidos cerúleos. Y luego creo que fue Yves Saint Laurent, si no me equivoco, el que hizo chaquetas militares cerúleas. Luego, el cerúleo apareció rápidamente en las colecciones de ocho diseñadores. Y después se fue filtrando a través de los grandes almacenes para ir a parar a un trágico “rincón informal” donde tú, sin duda lo sacaste de la cesta de liquidación. No obstante, ese azul representa millones de dólares e incontables empleos…Y es como cómico que pienses que tomaste una decisión que te exime de la industria de la moda cuando, de hecho, estás usando un suéter seleccionado para ti por la gente de esta sala entre un montón de “cosas”.

Uno de los grandes errores de la sociología moderna es no prestar atención a lo verdaderamente mainstream, especialmente cuando ese mainstream está catalogado como “frívolo”, es decir, como femenino. Me apasiona observar y tratar de entender cómo se construye lo “normal”, donde lo “normal” quiere decir “lo que damos por sentado”: la blanquitud, la heterosexualidad, la capacidad (en oposición a la discapacidad), las influencers, los contenidos que generan grandes audiencias (las grandes de verdad).

Como están ahí ya forman parte de la naturaleza, y la gente que quiere elevarse intelectualmente por encima del vulgo evita el contacto (al menos público) con esas maquinarias inmensas que operan incansables, las observes o no. Esos afiladísimos analistas políticos que no ven que la desaparición de Sálvame es una horrible noticia para todo el mundo, no sólo para su audiencia, sino también porque en su lugar van a poner uno de los altavoces fascistas más grandes del país. Se alegran porque desaparezca un producto de consumo en masa sólo porque es en masa (y por lo tanto frívolo), sin que sus elevadas neuronas le dediquen más de medio minuto a observar y analizar qué está pasando en sus arrugadas narices. Pues esto mismo, de forma más silenciosa, está pasando en la moda.

Para quien me lea aquí y aún piense que la moda es algo que ocurre fuera de su órbita vital, le recomiendo ver, sin cinismo, El Diablo viste de Prada. Sin cinismo, repito. Las comedias románticas suelen tener mucha sabiduría filtrándose a través de las capas de frosting si estás prestando atención, y si te tienes que quedar con un mensaje de esta película es “si te importa lo que ocurre a tu alrededor, deberías prestar atención a lo que pasa en la moda” (el otro mensaje es “las red flags están ahí por algo”, pero esa es otra carta). La cita del comienzo es probablemente el monólogo más significativo, porque es el más cierto: no eres inmune a la industria de la moda. Si crees que estás rompiendo algo por vestir formal con zapatillas de deporte, que sepas que eso ya lo hizo Karl Lagerfeld en 1992 para Chanel.

A raíz de leerme un libro estupendo llamado Reacción* de Susan Faludi (que a ver si alguien reedita de una vez) hace algunos años empecé a prestar verdadera atención a la moda, no ya como un divertimento estético e inspiración estilística, sino como, además, otra herramienta de disciplinamiento político, más allá de tallas y género (que también, pero no es de lo que quiero hablar hoy). Por eso, el día que Kim Kardashian apareció rubia, con la piel clara, con fácilmente 20 kilos menos (entre prótesis eliminadas y grasa) y una obra de arte de 1962 puesta me aterré del todo. Llevaba tiempo des-negrizándose (¿os acordáis de cuando las celebrities querían parecer negras? pues también fue influencia suya) y desmontando la estructura quirúrgica que había marcado la estética de 2010, ese breve lapso en el que a las mujeres se nos permitió tener culo en público, pero su aparición en la MET Gala 2022 selló, para mí, el fin de las esperanzas. 1962 fue el año que comenzó, de verdad, la Reacción. El macartismo había purgado todo lo que merecía la pena del cine, pero en 1962 fue la crisis de los misiles en Cuba, en 1963 asesinaron a Kennedy y llegó la cuesta abajo.

Si se presta atención a la moda femenina de entonces, en 1950 había tres corrientes de moda muy importantes: por un lado, los trajes para trabajar, cómodos y funcionales, que se llevaban popularizando desde finales de los años 30 (responsabilidad de Chanel); por otro la ropa completamente funcional para mujeres: vaqueros, botas, zapatos planos y la cultura beatnik, y por último, los vestidos que marcaban curvas, que lucían escote, y que eran rotundamente femeninas (con origen en la figura Dior de 1947). Y luego llegó la moda de 1960: recta, cuadrada, con escotes inexistentes, con colores primarios, como rectángulos de cartulina del que asoma una cabeza de pelo corto y dos piernas muy delgadas. El traje de trabajo desapareció, los vaqueros volvieron a ser contracultura hippie. Si comparas las modelos de una y otra época, las de 1960 parecen niñas muy altas, frente a mujeres adultas y curvilíneas. La formalidad, languidez y pudor de Jackie Kennedy y Audrey Hepburn sustituyeron a la rotundidad y exceso de Marilyn Monroe y Sophia Loren, pero también de Marlene Dietrich y sus chaqués. Un montón de señores fumando puros decidieron que ya estaba bien de vestir como nos diera la gana. En 1965 asesinaron a Malcom X y en 1968 a Martin Luther King. Creo que se entiende mi punto.

A lo que viene toda esta carta es a señalar que la moda también responde a los mandatos políticos y la moda de ahora me chilla “fascismo” con una bocina. Kim K marcó el punto exacto en el que había que volver a ser delgada, blanca, rubia y recatada (el vestido de Marilyn, comparado con anteriores modelitos suyos, es recatado) y el mundo reaccionó castigando a mujeres excesivas, sexuales y bocazas como Nicki Minaj, Cardi B y Megan thee Stallion con la indiferencia o la mala prensa repentina. Las influencers (las de verdad, no las patrias que ya eran de derechas antes) han pasado de vestir con rasgos fácilmente distinguibles a abrazar el beige y las babylights. Tendencias estéticas como “#oldmoney” se han disparado desde 2019, el mismo año que Kim K alcanzó su pico estético y la imagen que tenemos de ella, y a partir de ahí empezó a desmontarlo.

No os dejéis engañar por la imagen de old money que creemos tener, de señoras ricas cubiertas de abrigos de pieles y su propio peso en joyas, porque esa es la imagen que tenemos las pobres de lo que es ser rica. Eso lo cambió Cocó Chanel a finales de los años 20, cuando decidió que la forma de vestir de los ricos era la ironía, cuando sacó colecciones inspiradas en la ropa de las trabajadoras del campo francesas o en el constructivismo ruso, siendo ella amiga y amante de aristócratas zaristas exiliados en París. El concepto de que el exceso vistiendo es de ricos es algo de finales del siglo XIX, es un cliché, y caer en él es de no haber prestado atención a los ricos de verdad, a los que visten alpargatas de esparto de mil euros prácticamente indistinguibles de las de Castañer. Lo verdaderamente de ricos es no llamar la atención, sólo dejar sutiles pistas que otros igual de ricos que tú van a entender: no sabrás reconocer qué perfume llevan. La estética old money es la de Kate Middleton, que parece que vas vestida de Zara pero en realidad te ha costado cien veces más. Sobria, respetable, discreta, neutra, falsamente atemporal, aristócrata. Las grandes casas de moda, excepto honrosas excepciones, han reducido el tono de sus colecciones hasta conseguir que las pasarelas de alta costura, que son el escaparate de la fantasía y el escenario en el que poner obras de arte imposibles, parezcan colecciones ready-to-wear (y puedes comparar lo que ha sacado Dior este año y lo que sacó en 2003). Esas excepciones, como Mugler, Versace o Cavalli, son catalogadas como moda “vulgar”, que es la forma de decir elegantemente que es ropa de putas. Nicki Minaj, Cardi B y Megan thee Stallion han sido strippers. La reacción contra los derechos de las trabajadoras sexuales también se refleja en las pasarelas.

Por eso, cuando los racks de las tiendas de ropa se llenan de beige y pastel temporada tras temporada me preocupo. Cuando veo a las marcas de ropa indies sacar camisas rectas con cuellos redondos vestidas por modelos translúcidas calcadas entre ellas hasta el punto de no saber qué tienda estoy viendo, me preocupo. Cuando la estética “modesta” deja de ser una opción personal y se convierte en una tendencia contextualizada en todo lo que está ocurriendo, te das cuenta de que no es solamente una tendencia, es un ataque reaccionario, sutil e implacable, que se ha filtrado en nuestras casas, en nuestros ojos, en nuestros grupos, en forma de preguntas sobre si lo kink debe estar en las manifestaciones del Orgullo o juzgar según qué prácticas sexuales con una lente que parece que le han robado a mis abuelos.

Que todo esto no esté coordinado no significa que no esté relacionado, y que el bombardeo estético haya virado hacia el armario WASP (white anglo-saxon protestant) es parte de la reacción fascista que estamos padeciendo. Los mecanismos de poder saben que la estética es otra forma de modelar el pensamiento, de reconocerse entre iguales, y extender la estética conservadora lo que hace es extender el conservadurismo en nuestros idearios, normalizarlo hasta que dejemos de rechazarlo, y entonces acabemos por escuchar, y entonces metan esas ideas en nuestra mente. Paralelamente, Kim Kardashian es, nos guste o no, la que está marcando el canon estético actual. No lo digo como un juicio (necesitaría una tesis doctoral para eso), lo digo como un hecho. Lo que haga ella es lo que se va a hacer durante los siguientes cinco años. Frivolizarla es un error garrafal.

No pillo de sorpresa a nadie explicando la reacción fascista, pero igual ahora sí conoces una herramienta más. A lo mejor a ti no te importa la moda, pero a la moda le importas tú.

*no porque el libro vaya sobre moda, pero sí toca el tema tangencialmente.

Un comentario sobre «Por qué deberías estar prestando atención a las Kardashian aunque te caigan mal»

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