Tengo un cabreo importante. Voy a hablar de bifobia y violencia contra, sobre todo, mujeres bisexuales. Me dejo muchos matices fuera, enuncio frases de brocha gorda y no hablo ni de hombres ni personas nb. Son las doce de la noche y tengo febrícula, lo siento.


Había conseguido mantenerme callada, compartir mensajes relativamente esperanzadores de otras personas bisexuales en redes y no ponerlo todo perdido de rabia y rencor. Hasta que hoy he leído esa frase.

Viene de este artículo de El Diario titulado “Reconocerse bisexual más allá de los 40”, en el que la rapera La Furia, antes conocida como bollera, dice lo siguiente:

“La bisexualidad la he entendido siempre como un lugar cómodo para gente que no quería posicionarse. Y en mi vida posicionarse es crucial. Sin embargo, atendiendo a mis vivencias (y ahora sé que a las de muches bis), es un lugar bastante incómodo en general. La culpa y la vergüenza se mezclan con la desaprobación de propias y extrañas. También he construido la idea de las bis como tibias, ñoñas y caprichosas. Lo bollero me parecía punk y lo bi, cursi. Y yo cursi no soy”

Y ahí está todo. La Furia con 19 años se identificó como bollera y desde entonces lleva 20 años armarizada, sintiéndose sola y avergonzada primero por su deseo, y segundo (y en mi experiencia, sobre todo) por la carga social que conlleva la etiquetas que explica ese deseo. Cualquiera que sepa lo que es un armario sabe que esto es una experiencia horrible por la que nadie debería pasar, y que vivir la vida propia con autenticidad y acorde con sus propios deseos debería ser un motivo de celebración y no de vergüenzas y soledad. Pues no, por supuesto que no.

Leer ese fragmento en particular me ha detonado la necesidad de ponerme a escribir a las diez y media de la noche en lugar de tomarme un naproxeno, meterme en la cama a leer mi novela de marica decimonónica y surfear este SPM hasta quedarme dormida, pero, en coherencia con mi línea editorial, la rabia ha podido y aquí estoy, escribiendo sobre las cosas que me enfadan.

Es difícil condensar en una newsletter la maquinaria que opera detrás del monosexismo1, pero en el caso de mujeres bisexuales, hay una parte inseparable de la femmefobia2. Si entendemos lo femenino como la cultura tradicionalmente asignada a las mujeres, entonces acostarse con hombres es femenino3 . Por otro lado, la misoginia sigue impregnando todas las capas de la sociedad, “márgenes” incluidos, porque diferenciamos entre machismo y misoginia: lo primero es el odio de los hombres hacia todas las personas que no son hombres (según el estándar de la masculinidad), lo segundo es el odio a las mujeres por el simple hecho de serlo. Cuando se es mujer es muy fácil querer combatir el machismo, porque las víctimas somos nosotras. Cuando se habla de misoginia ya no gritamos tanto, porque a nadie le hace gracia que le lean la cartilla. Esa misoginia, además, nos ha inculcado a las politizadas que ser mujer es la peor cosa que te puede pasar en la vida, y que para vivir una vida verdaderamente revolucionaria debes rechazar todo lo que tradicionalmente ha conllevado ser mujer: que te guste el rosa, que te guste cocinar y sobre todo, lo más importante, que te gusten los hombres.

Cuando eres una mujer en entornos politizados, que te gusten los hombres es tabú. Que se note que te gusten los hombres es pecado. Que te vistas para ellos (sic) es la condena al ostracismo. Podríamos hablar también de la misoginia que hay debajo de que el único motivo por el que una mujer se maquille durante una hora sea para gustar a los hombres, pero es tarde y estoy cansada. Cuando se da esa triada de mujer, bisexual y femme, el resultado es que el machismo, la misoginia y la femmefobia empiezan a operar en una sinergia perversa, y pasa lo que La Furia menciona en ese artículo.

Un lugar cómodo para gente que no quería posicionarse”

“ Las bis como tibias, ñoñas y caprichosas”

Todos esos sambenitos que las feministas han y hemos luchado por quitarnos de encima como estereotipos tóxicos de mujeres de repente sí valen, y las bolleras de sienes rapadas y ropa del Decathlon empiezan a escupir un discurso que te firma Jordan Peterson un día bueno. Desde el tono de condescendencia que lleva implícito la palabra “alienada” a traidora de la causa feminista, desde la negación de tu identidad hasta culpabilizarte si sufres violencia machista porque, pudiendo elegir con quién liarte, has elegido al enemigo. No hay credenciales políticas que puedan limpiar esa mancha del expediente revolucionario. La bifobia es creación de la opresión de la heterosexualidad, pero una parte que no parece que la gente supuestamente trabajada tenga problemas en tragarse.

Lo bollero me parecía punk y lo bi, cursi.”

Con ese mensaje de partida inculcado desde tu tierna infancia política, ¿quién va a creer que ser bisexual es algo relevante en una vida comprometida con una causa? ¿Qué bisexual va a levantarse un buen día con la sensación de que su sexualidad tiene capacidad para cambiar las cosas a mejor? Nos pasamos la vida deseando secretamente ser bolleras y aspirar a encarnar el potencial transformador de las políticas sexuales, negándonos la posibilidad de soñar nuestras propias utopías afectivas, porque la maquinaria monosexual se ha ocupado de borrar cualquier rastro de personas descaradamente bisexuales que alguna vez hicieran algo que merezca la pena ser contado.

Lo cursi como denostado, lo punk, entendiéndose como estética, no como práctica, es lo que realmente mola. Como si lo punk no consistiera en vivir la vida más radicalmente auténtica posible, menos sometida a la opinión de otras personas. Como si lo cursi, ahora que se nos llena la boca de cuidados y ternura, no fuera la palabra que se usa para burlarse de la ternura que expresábamos la gente antes de que se popularizara como política. Como si lo aceptable fuera parecer punk (es decir, masculina) y lo despreciable fuera serlo, hasta las últimas consecuencias.

Las consecuencias de esto las hemos contado mil veces. No es una queja de egos políticos a ver quién gana en las olimpiadas tuiteras de la opresión, es una verdad constatable que la bifobia nos destroza la vida. Los estudios que abarcan la bisexualidad arrojan datos terroríficos sobre salud mental, depresión, relaciones abusivas, violencia sexual, suicidio, acoso escolar y comportamientos autolesivos como abuso de sustancias (incluyendo la epidemia de adicción a los opiáceos en EEUU).  La ausencia de referentes nos obliga a crecer con una indefensión y soledad aprendidas que no nos permite sentirnos legitimadas para acudir a recursos para personas LGTB. Esto, sumado a la bifobia endémica de las asociaciones, hace que, a pesar de ser casi la mitad del colectivo LGTB, apenas participemos, apenas existan grupos propios y, los pocos que existen, son los que menos financiación reciben (durante varios años, esa financiación fue de 0$ en EEUU). No nos sentimos bien recibidas en el Orgullo. No nos atrevemos a salir del armario. No se nos considera parejas sexuales o románticas confiables (tanto mujeres lesbianas como hombres heteros). El ostracismo se paga con sufrimiento. La bifobia, la misoginia y la femmefobia se pagan con sangre. Esto no significa que sea el problema más urgente, o el peor problema, pero es un problema y llevamos demasiado tiempo ignorando las consecuencias en nuestras vidas, reales, materiales, físicas, de la bifobia.

Hay un libro absolutamente demoledor llamado Bisexuality and the challenge to lesbian politics escrito por Paula C Rust en 1995 que sigue dolorosamente vigente. En él entrevista a casi 500 mujeres sáficas de muy diversos orígenes para conocer su opinión sobre el otro grupo. De sus 350 páginas, os traigo estas:

Entiendo y contextualizo que este libro fue publicado en 1995 y que han pasado casi treinta años de esto, pero en esos treinta años, ¿cuánto trabajo se ha hecho para desaprender la bifobia? ¿cuántos esfuerzos tangibles podéis contar? ¿a cuántos talleres habéis asistido? ¿cuántos libros habéis leído al respecto? ¿qué trabajo personal habéis hecho para dejar de tolerar la bifobia, propia y ajena? ¿a cuántas personas bisexuales os tomáis verdaderamente en serio, como gente de la que podéis aprender algo? ¿a cuántas amistades habéis llamado al orden por decir comentarios bífobos? De nada sirve saber que la bifobia existe si se sigue pensando que eso es una cosa que ejercen otras personas, pero nunca nosotras ni mis amigas. Todas las personas bisexuales hemos sufrido bifobia, pero nadie conoce a nadie bífobo.

Me hubiera gustado poder escribir una carta al respecto un poco más optimista, pero tengo muchas heridas, aún frescas, que me escuecen demasiado. La euforia bisexual la guardo para mi intimidad, para las amigas (es, os) bisexuales, para cada salida del armario, para las bolleras en las que confío, en definitiva, a salvo del alcance de las palabras que pretenden arrebatárnosla.

1

Podéis leer más en el recién traducido al castellano Bi: notas para una revolución bisexual de Shiri Eisner. Original en inglés publicado en 2013.

2

«Femmephobic attitudes construe masculinity as superior to femininity, regardless of any individual’s gender, sex, or sexual orientation.” Dr. Hoskin.

3

La doctora Rhea Ashley Hoskin te defiende aquí que el odio anti-gay es básicamente femmefobia

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