Hace unos meses, Sandra, la editora de Continta me Tienes me ofreció participar en el noveno tomo de la serie (h)amor, una colección compuesta por textos de muchas personas, cada una orientada a una forma de relacionarse. En este caso, el ofrecimiento era a participar en el volumen dedicado a las amigas.

Sandra me dio total libertad para enfocar el proyecto. Total libertad de enfoque y de tono. Me estaba dando un espacio en un libro de papel para escribir lo que me diera la real gana.

Estuve a punto de decir que no.

Quienes me conocéis ya sabéis que no tengo ningún tipo de ambición literaria. Escribo este blog por el ejercicio de escribir, por ordenar pensamientos y por un trabajo de imperfección autoimpuesta: me obligo a no dedicarle a las entradas más de unas pocas horas (excepto alguna especialmente elaborada), me obligo a no repasarla más de dos veces y me obligo a darle al botón de publicar inmediatamente. Si no hiciera nada de esto, no publicaría. Mi perfeccionismo me exige dedicar todo mi esfuerzo a ser una escritora excelente para escribir, y me tengo que recordar a mí misma que yo no quiero ser escritora. Es un equilibrio complicado.

La propuesta de Sandra me dio vértigo, claro. Sólo escribo en este blog, sólo he aceptado dos encargos de escribir, ambos gratis y por amor a un proyecto (y superando el vértigo de ser publicada). Sólo escribo en este blog y se me sigue haciendo raro que la gente me lea, me comente, lo comparta e incluso le guste. Es como si estuviera hablando sola y la persona que va conmigo en el autobús me prestara atención y me aplaudiera al final del discurso, pero es una mentalidad muy de principio de los 2010 pensar que cuando escribes en internet en realidad hablas para gente que sólo existe en internet. Sandra me lee, le gusta lo que escribo, resulta que tiene una editorial y puede pedirle a quien quiera que escriba algo para ella. Tiene el poder de transformar en un objeto físico algo que solo existe en el éter eléctrico. Las personitas de mi pantalla son reales.

Estuve a punto de decir que no, pero al final (y al filo de la fecha de entrega) dije que sí. Era una oportunidad increíble que no se me iba a dar nunca más, y, aunque no estuviera entre mis primeras posibilidades, no dejaba de ser una oportunidad. Que mi forma de escribir fuera digna de estar en un papel es criterio de Sandra, y quién soy yo para decirle cómo tiene que hacer su trabajo. Tuve ese pico de ego de fantasear con ver mi nombre (Maltita es tanto mi nombre como el que me pusieron mis padres) impreso, un texto mío encuadernado y a la venta para quien quiera leerlo. Me iba a arrepentir de no haberlo hecho. Tenía que aceptar, aunque me diera mucho vértigo. Estoy muy agradecida de que me diera la oportunidad, y más aún a las amigas que me animaron a aceptarla.

Por hacerme la vida más difícil, decidí intentar un formato que no he probado nunca antes: he escrito un relato. Tiene sus tramos un poco más reflexivos, claro, porque si no doy la chapa no sería yo, pero es un relato. Sin spoilers, es un relato sobre cómo mis amigas fueron clave en mi descubrimiento romántico y sexual por las mujeres. Esta vez sí le he puesto todo el esfuerzo, cariño y capacidad que tengo, esta vez sí lo he repasado muchas veces, esta vez sí he escrito lo mejor de lo que soy capaz con mi poco oficio de escribir y mi ningún oficio de escribir relatos. Si lo leéis, espero que os guste.

El libro ya está a la venta, podéis conseguirlo en vuestra librería favorita o en la web de Continta. Además, la presentación será el 14 de febrero, a las 7 de la tarde, en la librería Mary Read, en Madrid. Si queréis ir, lo ideal es que reservéis plaza escribiendo a libreria@maryread.es. Estaremos María Folgera y yo, y sería genial tener la sala llena de amigas.

Tened buen domingo, caris.

19 comentario sobre «¡Que me publican!»

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