Para quien no lo conozca, Queer Eye es un reality show en el que vienen cinco maricones1 a tu casa a arreglarte la vida. Esos cinco maricones son un equipo de profesionales de varios aspectos de la vida: Antoni instruye sobre alimentación y cocina, Tan sobre ropa, Karamo es un poco coach, Bobby se ocupa del diseño de interiores y Jonathan de peluquería y estética. En cada temporada está localizada en un estado de EEUU y visitan a entre seis y diez personas, nominadas por su entorno, para que le echen una mano. Durante una semana, Karamo te dice que espabiles que de to se sale, Antoni te recuerda que comas bien y te enseña alguna receta, Bobby te limpia y reorganiza la casa, Jonathan te corta el pelo y te pone crema solar y Tan te viste con algo que no sea ropa que te ha caído encima. Cuando el capítulo acaba, todo el mundo es feliz y come perdiz y los Fab Five se van a rescatar a otra alma en apuros. Chimpún.

Las críticas son las esperables; no deja de ser un programa de Netflix, que sólo pasa por encima de los problemas estructurales que crean muchas de esas situaciones y vende una imagen cómoda para el gaypitalismo en la que cinco mariquitas se ganan la aceptación mainstream siendo útiles, todo ello aderezado con una cantidad debida de product placement. La gran frase de la crítica es «total, que esta gente lo que necesita es una morterada de dinero», y yo digo sí (aunque hay mucha gente sin problemas de dinero), pero no solamente eso. Las críticas las entiendo, pero creo que el programa tiene debajo una sabiduría que ignoramos porque, como podéis adivinar por el título, son trabajos femmes2.

Estas personas que requieren esa ayuda se dividen en tres grandes grupos: hombres (o chavales) muy gañanes, mujeres (o chavalas) tan dedicadas al resto que han perdido la noción de sí mismas y gente pasando por una depresión de caballo. Hay gente con vidas trágicas que no saben cómo salir del hoyo, hay otras que no han necesitado una tragedia para irse dejando ir lentamente, y otras que, simplemente, no han tenido a nadie que les oriente en la adultez. Hay hombres tan obsesionados con una afición que le ocupa todo (física y mentalmente), mujeres tan entregadas a la enseñanza que no saben parar, jóvenes queers que no han tenido a nadie que les sepa reafirmar. Los patrones suelen ser siempre los mismos: las casas están atestadas y muchas veces sucias, la alimentación es irregular y poco equilibrada, no prestan ninguna atención a su aspecto físico, no tienen apenas relaciones personales íntimas y, en cuanto Karamo rasca un poco, sale a relucir una total falta de confianza en sí mismos. Otra cosa que es un patrón común, y que es lo que realmente me gusta de ese programa, es que casi ninguna de esas personas entiende la importancia de lo que los Fab Five hacen hasta que experimentan el cambio.

El primer capítulo3 es, probablemente, el que más hondo me ha llegado. Tom, el protagonista, es un divorciado cincuentón de Dallas (Georgia) nominado por su hija. Tiene lupus, bebe lo que llama Redneck Margarita (tequila y Mountain Dew) y pasa su vida en un sofá reclinable cochambroso y asistiendo a convenciones de coches clásicos. Sus amigos sospechan que tiene siete pantalones iguales y los va rotando cada día de la semana. Lleva años sin tener una relación romántica estable. Sigue enamorado de su ex mujer, ella le quiere y le sigue cuidando, pero en la distancia. En seguida se entiende por qué; se ha abandonado por completo a la inercia. La frase que da título al capítulo es suya, «you can’t fix ugly».

Empiezan a inspeccionar sus cosas y hacer preguntas. Tan descubre que tiene mucha ropa de color, pero no la usa. Antoni encuentra ingredientes que tiene alguien a quien le gusta cocinar, pero también muchos ultraprocesados. Jonathan encuentra un gel de baño etiquetado como hidratante, pero con ingredientes muy irritantes para una piel de alguien con lupus. La casa tiene fotos enmarcadas, pero también un sillón que da asco verlo. Todos, inmediatamente, entienden qué ha pasado, y entre risas y bromas un poco maliciosas le dicen qué tiene que irse de su vida para encontrarse mejor.

Lo primero que hacen es llevarlo a un vertedero a que tire el sillón. Después lo llevan a elegir un colchón adaptado a las necesidades de su espalda, y ahí, tomando confianza, acaba revolcado en una cama con dos maricones. Luego, Tan lo lleva a una tienda de ropa de segunda mano, a que se pruebe gorras que le tapen menos la cara y a elegir colores que le favorezcan. Jonathan lo lleva a la peluquería a cortarle el pelo, arreglarle la barba y decirle que la belleza y la fealdad importan muy poco comparado con la confianza en uno mismo. Le enseña qué forma de barba le favorece más, por qué le sienta bien cortarse el pelo de los lados de la cabeza, y a usar aceite de barba. Cuando sale de la peluquería bromea diciendo que se siente como Ulysses S. Grant. Karamo le acompaña mientras llama a su ex mujer para invitarla a una exhibición de coches.

Cuando vuelva a su casa, Bobby le ha comprado un par de sillones reclinables y muebles de jardín para aprovechar un espacio que ya tenía. Dos sillones, para que puedan sentarse dos personas. Jonathan le ha comprado crema solar, un antifaz helado para bajar la inflamación de la cara, y le enseña a aplicarse un corrector verde para cuando quiera contrarrestar la rojez de la piel. Inmediatamente se ve mejor delante del espejo. Antoni le enseña a preparar guacamole casero, no tanto por la receta en sí, sino para que recuerde lo que es cocinar y que no es tan intimidante como puede parecer. Tan le ha preparado un armario de su estilo, pero con variedad más allá de las bermudas tejanas que lleva siempre. 

Acaba el programa llorando mientras da los que probablemente sean los abrazos más abiertos que ha dado en los últimos cinco años. Se arregla él solo para su cita, se viste delante del espejo, se pone crema solar y un poco de corrector verde y sonríe delante del espejo. Por muy guionizados que estén los realities, hay sonrisas que ninguna persona que no sea actor profesional puede imitar. 

Tom volvió a casarse con su ex mujer3 en 2018. Murió de cáncer en 2023, a los 63 años. En su obituario4 se menciona el programa como uno de los mejores momentos de su vida. No me creo que todo esto le hubiera pasado igual si en vez de los Fab Five le hubiera tocado la lotería.

Cuando la gente dice que lo que le pasa a los «héroes» (como llaman en el programa a las personas que van a ayudar) es que les falta dinero, no están valorando la importancia de los cuidados y enseñanzas que hay detrás de todo eso. A este hombre es probable que le faltara dinero para cambiar un colchón, pero tampoco sabía que existían colchones que podían ayudarle con sus problemas de espalda. Nadie le había explicado que usar protección solar mejoraría sus problemas de piel, y no se había preocupado de mirarlo. De entre toda su ropa, elegía siempre la misma. Hacía mucho tiempo que no se daba permiso para mirarse al espejo y verse bien, y creo que esa es la clave de todo esto. Los Fab Five no sólo proveen de cierto confort material al que a lo mejor no tienen acceso, sino que enseñan lo que va a funcionar en cada caso y dan permiso para disfrutarlo. Esa es la gran enseñanza con la que me quedo. Esa es la magia femme.

Mi amiga E, butch y negra, me dijo una vez que la primera vez que se sintió cómoda con maquillaje fue cuando la maquillé yo. Otra gente la había maquillado antes, pero yo había tenido en cuenta sus gustos y su tono de piel. En lugar de un maquillaje típicamente femenino y colorido, utilicé tonos neutros, intensifiqué sus ojos, marqué sus pómulos y le di el aspecto que a ella le gusta tener, pero elevado. Aquí no sólo entra en juego el tener dinero para comprar maquillaje (que ya no es tanto), sino que alguien sepa maquillar y sepa lo que le gusta y hace sentir bien. Esto lo sabe hacer una maquilladora profesional, claro, pero a nadie que no esté ya dentro del maquillaje se le ocurre contratar a una para que se lo explique. El trabajo, tanto del maquillaje como el didáctico, lo hice yo, femme, y gratis. Estoy encantada de hacerlo gratis para ella (y para mis amigas) porque forma parte de mi forma de mostrar amor, pero es injusto que se considere frívolo pagar por un trabajo que es tal, y que puede llegar a importar tanto. No todo el mundo tiene femmes a su alrededor, no todo el mundo tiene amistades, o familia, que puedan explicarles que esas cosas importan mucho más de lo que parece. Los hombres del programa lo desprecian por ser una cosa de mujeres o maricones, las mujeres lo dejan de lado porque es una frivolidad que no merecen darse cuando hay tanto que hacer, les adolescentes no han tenido cerca a nadie que se lo enseñe. Lo que enseña este programa, debajo de toda la producción, es que estas cosas importan. Todo el mundo merece tener acceso a ellas, y si no lo tienen por falta de dinero la culpa es de la falta de dinero, no de que no sean importantes. Es injusto que esa parte del bienestar personal, que demuestran a lo largo de 71 capítulos que es tan importante, dependa de la capacidad de pedirlo de una persona, de su capacidad para tener un entorno receptivo, y de la capacidad del entorno para responder. 

En uno de los programas de la última temporada, una mujer llora mientras Jonathan le peina el pelo. ¿De qué te sirve tener dinero para ir a la peluquería, si no crees que te merezcas ir a una? ¿el dinero puede comprar que te ordenen la cocina, si no sabes que lo necesitas, o cómo la necesitas? ¿Lo que te impide cocinar es no tener dinero y tiempo, o también que has caído en una rutina de descuidado de la que nadie te ha acompañado a salir? ¿es sólo pasta lo que te obliga a vestir cada día lo mismo, o es no comprender que la ropa es algo que aporta a tu vida? ¿acaso sólo comemos porque tenemos hambre y sólo vestimos porque tenemos frío? ¿cómo puede el dinero comprar palabras amables si no sabes que las necesitas? 

Hay mucho de psicología en este show, pero no todo el mundo que aparece necesita un psicólogo. Las profesiones que ejercen los Fab Five son todas feminizadas y se considera que la parte emocional va incluida en el salario. Muchas de ellas, como la peluquería, está integrada en la sociedad, casi siempre infrapagada, y mucha gente la sigue considerando una frivolidad. Otras, como la decoración de interiores, se considera una frivolidad y además excentricidad de ricos. Por desgracia, contratar a un interiorista está al alcance de muy poca gente, pero eso no lo hace un trabajo menos importante. Aún más excéntrico sería contratar a un estilista que te asesorara a la hora de elegir ropa, a pesar de que es un mercado de cientos de miles de opciones y lo normal es no saber qué elegir. Ya ni hablar de ir a un cocinero a que te enseñe a hacer recetas adaptadas a tu tiempo y habilidades, a diseñar menús equilibrados y a hacer la compra. Me da la risa si saco el tema de un maquillador, claro. El único trabajo de los Fab Five que se salva (en parte) de la acusación de frivolidad es el de Karamo, pero no deja de ser algo que las femmes hemos hecho gratis, sin formación, para todo el mundo, hasta aburrirnos, y no ha sido hasta que los hombres empezaron a ir a terapia que se empezó a tomar en serio como una necesidad.

No entendemos la necesidad de todas estas profesiones porque siempre hay una persona femenina que se ocupa de hacerlo o de enseñarte a hacerlo. Son conocimientos que parece que están en el éter, flotando, sin darle importancia hasta que echas en falta un poco de ese conocimiento y entonces sabes perfectamente a quién mandar un mensaje y que te responda. No es algo que se considere lo suficientemente importante como para que merezca la pena aprenderlo, ni tampoco para pagar a alguien que lo haga, pero tampoco se quiere (o se puede) prescindir de él. Porque nadie quiere prescindir de la hermosura, del bienestar, del placer y de la emoción que viene con todo eso. Porque todos esos trabajos son, además de materiales, emocionales, y es esa parte emocional lo que hace que no se tomen en serio. Son trabajos del amor, sea de pareja, de amistad o de generosidad. Esa es, para mí, la gran división sexual del trabajo: los que tienen carga emocional y los que no. Que, a la hora de hacer esta división, nos olvidemos de los trabajos de la belleza no es más que femmefobia.

Son una extensión de lo que considero trabajos domesticados, feminizados, emocionales, frivolizados, destinados a hacernos sentir bien y no sólo a suplir una necesidad material. Son trabajos, y, como tales, merecen sus salarios, sus derechos, y, sobre todo, el derecho a poder dejar de hacerlos. Recojo el testigo de las mujeres que exigían salarios para el trabajo doméstico5 y lo extiendo a los trabajos femmes, porque el salario es la única forma que existe bajo el capitalismo de reconocer la importancia de ese trabajo. Es un trabajo, y además creo que es un derecho poder acceder a todo ese conocimiento femme, igual que lo es acceder a hogares cómodos, comida saludable y atención psicológica. En mi fantasía utópica, hay equipos de Fab Five pagados por el estado que puedes llamar para que vengan a hacerte una limpieza de armario, enseñarte a cocinar o ponerte mechas mientras te dicen que tienes unos ojos preciosos. Porque a veces, lo que necesitas es que cinco femmes tomen tu vida por asalto y te chillen cosas bonitas.

  1. Jonathan Van Ness es una persona no binaria que utiliza todos los pronombres, con preferencia del neutro. También es un maricón como una catedral ↩︎
  2. La definición de femme sigue siendo un poco confusa, pero en este texto la voy a utilizar para describir a las personas femeninas (mujeres, maricas, lo que encaje mejor) que hacen de la feminidad una parte importante de su identidad. ↩︎
  3. https://people.com/tv/queer-eye-tom-jackson-abby-parr-get-married-again/ ↩︎
  4. https://www.legacy.com/us/obituaries/name/thomas-jackson-obituary?id=49382659 ↩︎
  5. https://en.wikipedia.org/wiki/Wages_for_housework ↩︎
17 comentario sobre «Queer Eye: Femmes as a Service»
  1. Creo que por esto mismo al principio de mi transición eché tanto de menos socializar y tener una madre trans. Alguien que me enseñase a maquillarme, elegir ropa que me fuese bien, cocinar juntas… Siempre pensé que me gustaría hacer una ONG: «kickstart your transition». Y como bien dices, este tipo de trabajo debería pagarse porque es conocimiento, trabajo intelectual y emocional, y esfuerzo. Me encantan tus reflexiones, siempre 💜

    1. Es exactamente eso, y es el trabajo que las madres trans han hecho siempre. O cuentas con una madre (biológica o no), o con amigas femmes por la labor, o normal que no sepas ni por dónde empezar.
      Y ojalá esa ONG fuera una realidad, yo me apunto ❤️

  2. Qué bonito, Maltita ❤️‍🩹.

    Recuerdo muy vívidamente este tipo de momentos, casi como revelaciones marianas. Y me muero de vergüenza cuando recuerdo que solía huir de todo ello como de la peste (mayormente depresión, claro). Muchas gracias por esta reflexión.

    1. es normal huir y más cuando te asignan hombre y te dicen que todo lo femenino es una traición a serlo. Y encima, la depresión, que nos hace evitar cualquier cosa que nos pueda incrementar la incomodidad un instante aunque luego los beneficios sean mejores, así que nos dejamos ir. Es la historia de la mitad de las personas que aparecen, y por eso creo que es tan importante

  3. Decía Virginia Woolf que el dinero dignifica lo que de otra manera sería frívolo si no se paga por ello. Y qué poco dignificado está todo esto, que siempre se ha entregado gratis como una forma de amor.
    Dejando de lado el dinero todo el cuidado se tiene que dignificar, porque es esencial. No sólo necesario; esencial, en cuanto forma parte de la esencia de ser persona.
    Precioso texto, corazón.

  4. Uf. Empecé a ver este programa en la misma época en la que empecé a superar el curro agobiante que había dejado y abracé el no binarismo… y me ayudó tela. Porque yo no era ninguna de esas personas pero estaba en un sitio más o menos similar… después de la operación, cuando realmente se asentó la sensación y todo, tuve unos meses de comprarme ropa como nunca había hecho. De repente me veía bien, aunque mi cuerpo no hubiese cambiado tanto físicamente… es una movida la autopercepción y las etapas de depresión y el saber o no cómo ayudarse…
    Cómo me gusta leerte, leñe.

    1. Me encanta. Me gustaría ponerme a dar clases de psicología social solo para poder recomendar la lectura de este texto. «Hay mucho de psicología en este show, pero no todo el mundo que aparece necesita un psicólogo.»

  5. Fantástico texto. Habiendo tantísimos trabajos de mierda, tanta gente picando teclas para que el mes que viene en lugar de venderse un millón de patos de plástico se vendan millón y medio, ya podíamos poner en valor el trabajo de cuidados.

    La dinámica de «si no se paga es que no tiene valor» es una mierda como un piano. Además en cuanto convertimos trabajo de cuidados en profesiones, si se feminizan se precarizan (como el trabajo doméstico o la limpieza), o se «toman en serio» si las hacen señores (como lo que dices del coach y la terapia).

    Abajo todos los departamentos de marketing. Arriba el sustento universal y el trabajar en hacernos la vida más fácil unos a otros.

  6. Me encanta la claridad con la que miras y con la que articulas lo que ves. Aprender a cuidarse en todas esas dimensiones es una cosa valiosísima y no es más que justicia reconocerlo. Gracias por ayudarme a entender mejor.

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