Todos los años me pasa igual.

Empiezo septiembre, el mes de la visibilidad bisexual, con la idea de que ese año voy a significarme de alguna manera. Escribiré un hilo en tuiter (cuando lo usaba), pondré un post en instagram, escribiré una entrada en este blog. Empiezo el mes con el corazón calentado por la alegría y rabia de las personas bisexuales que sigo en redes, de alguna manera me contagian las ganas de pavonearme de orgullo y taconear de rabia.

Siempre hay algo que me jode el ánimo.

Creo que ya soy víctima de un condicionamiento clásico perverso, en el que he aprendido que el mes de la visibilidad bisexual es el que aprovecha mucha gente para soltar sus ardientes opiniones de mierda sobre nuestra existencia. Mira que tengo las redes bien escogidas y filtradas, pero es inevitable que alguien bienintencionado comparta algo que le suene inteligente y que a mí me toque los cojones y se me quiten las ganas de celebrar. El de este mes ha sido en instagram, porque quién me mandaría asomarme. Una persona muy lista y con muchos seguidores a la que dejé de seguir por su desprecio constante a las mujeres bisexuales decidió que era buena idea comentar que opina que ve tres categorías de mujeres bisexuales: las queers, las bolleras (dykes) y las heteros. Alguien a quien sigo lo compartió, yo lo vi y ya se me quitaron las ganas.

Varias personas que tengo en común siguen a esa cuenta. Algunas de ellas mutuals, personas bisexuales y con bases teóricas fuertes. Durante bastante tiempo la seguí yo, porque es realmente inteligente y dice cosas muy interesantes, pero era al precio de tragarme píldoras amargas aleatorias sin esperarlo. Me convencí a mí misma de que no era para tanto, de que igual tenía un poco de razón. Luego seguí porque bueno, me aportaba cosas valiosas a pesar de la bifobia. Tardé en darme cuenta de que no tenía por qué aceptar desprecio sólo porque viniera de una persona lista, y dejé de seguirla. Me pregunto si es algo que sólo veo yo, o si las otras personas bisexuales que tenemos en común también han asumido esa violencia como parte del paisaje. O si me lo estoy inventando todo, en realidad no hay bifobia y es que soy demasiado sensible. La luz de gas a una misma viene de serie con ser bisexual.

Estoy harta. Harta de que se nos analice como una planta exótica recién descubierta, tratando de averiguar si somos venenosas o no, como un botánico alemán del siglo XIX. Harta de que se nos escrutinice en todos los aspectos de nuestras vidas. Harta de que recaiga sobre nuestros hombros todo el peso de la performatividad; para ser bisexual no basta con serlo, sino que además hay comportarse como si un Sanedrín estuviera juzgando cada uno de nuestros pasos para otorgarnos su bendición o no. Esta es la orientación sexual en la que la enunciación no basta, se nos exigen, además, pruebas de deseo, apariencias físicas, elecciones vitales y posicionamientos políticos para ser aprobadas como válidas LGTBIQ+. No fue hasta cuando empecé a leer teoría antirracista negra que comprendí el poder violento de la hipervigilancia, y recojo el concepto para adaptarlo a la bifobia. Además del riesgo de agresión física en espacios públicos, además de los peores índices de salud mental, violencia sexual y dentro de la pareja, abuso de drogas, suicidio1 y demás signos de que algo no va bien, si queremos tener refugio entre las personas que se suponen que sí nos aceptan, tenemos que asegurarnos de que nuestras parejas, aspectos y actitudes sean lo que se espera de nosotres para ser aceptades como tal. Fallar en alguna de estas expectativas va a sembrar la duda sobre nuestra sexualidad y, por extensión, sobre nuestra valía como personas.

La bifobia es escuirridiza. La negación directa de las personas bisexuales son sólo la parte visible del iceberg que todo el mundo sabe identificar, pero en realidad esa es la parte más fácil de llevar; ante una persona que no reconoce tu existencia no hay mediación posible. Lo verdaderamente doloroso es la erosión constante de preguntas dichas en susurros, comentarios con sólo una pizca de mala intención, chistes de los que te obligas a reírte para que no se note que eres tú el chiste, la duda, la duda, la terrible duda de no saber si tus amigues gays y lesbianas reaccionarán ante un comentario bífobo hecho a tus espaldas o lo dejarán pasar, a un desconocido, a su mejor amigo. La certeza, la terrible certeza de que no podrás salvar esa grieta en la confianza porque está apuntalada con el miedo a que, en el fondo, no lo vean como una agresión. La soledad bisexual es esto.

  1. Más aquí ↩︎

6 comentario sobre «El desgaste»
  1. Que razón…lamentablemente todo lo que se aleje un mínimo del centro de la campana de Gauss es criticado por la mayoría que sí está en ese centro. Muchas veces por desprecio al diferente, por miedo o simple desconocimiento y sorpresa que no actúa de atenuante para nada. La cosa parecía que iba a mejor y ahora los jóvenes también replican esos comportamientos, yo ya lo achaco a la mera condición humana e intento quitarles culpa, porque si no es imposible tirar palante 🙁 Un abrazo enorme!

  2. Sabes esa presión que una siente al leer comentarios de estos de ciertas personas que tenemos en un alto pedestal y que nos hace sentir mal y que muchas veces no podemos identificar pero sabemos que nos hieren y no tienen justificación alguna? Así me suelo sentir hasta que entiendo el término a aplicar -> bifobia en este caso

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *