También me gusta hacer propósitos de fin de año. Elaboro:

Los propósitos de año nuevo tienen mala fama, con motivo. Casi siempre suelen ser un compendio de deberes que nos ponemos a nosotras mismas y que, casi casi siempre, vienen de fuera (y se parecen sospechosamente a la portada estándar de Marie Claire): adelgazar, ir al gimnasio, cenar ensaladas, ahorrar un gritón de dólares, dejar de fumar y llevar una agenda al día. Si eres mujer, lo más probable es que además añadas un puñado de cuestiones personales como ser más disciplinada, ser menos crítica, no ser tan borde y sonreír más. En definitiva, cómo ser más palatables. No me voy a poner a contar aquí las imposiciones de género y capitalistas que hay detrás de estas ideas, porque nos las conocemos ya. Vengo a contar alternativas.

Empecé a hacer propósitos de año nuevo cuando empecé a ser honesta conmigo misma. Como dije antes, esta época puede servir para replantearnos qué hemos hecho hasta ahora y qué queremos hacer en el futuro. La clave para mí ha sido preguntarme qué quiero hacer de verdad. Qué necesito en este momento de mi vida, qué me va a hacer la vida más cómoda o más feliz, qué se alinea con quién soy yo hoy. Eso, por supuesto, puede cambiar en el futuro, pero igual que cambio yo. Esos propósitos no son las tablas de la ley, son los rumbos que me marco para llega a donde quiero ir. Si mi destino cambia, mi rumbo cambia con él. Como os dije en la anterior entrada de esta serie, el cansancio tomó mi vida por asalto, y mis propósitos no contaban con ello. Qué remedio.

He querido hacer esta entrada sin darle muchas vueltas, para repasar los propósitos del año pasado y contaros cómo me enfrento al siguiente. Hay cosas que quiero seguir haciendo, otras que quiero dejar de hacer, y otras que quiero empezar, sin un orden particular. Al ponerlo por escrito es como si me lo contara a mí misma, y ahora mismo me viene bien una toma de tierra. Además, qué es esto si no un blog, y para qué sirven los blogs si no es para contar cosas casi siempre irrelevantes. Y, por último, le dejo un regalo de cumpleaños a este señor que no conozco de nada.

Llevo años manteniendo un bullet journal, desde 2018 si no recuerdo mal. Cada año, casi cada mes, lo hago de forma distinta, adaptándome a lo que necesito cada vez y a la energía que le puedo dedicar. No lo hago bonito, sino práctico; es una mezcla de agenda, seguimiento de hábitos, notas que tomo a lo largo del día y listas de cosas que están en mi cabeza y que es mucho mejor volcar en alguna parte antes que tenerlas zumbando o peor, olvidarlas. Este año aún no he acabado de copiar el plan de enero, pero no pasa nada, porque puedo retomarlo cuando quiera y por donde quiera. Al contrario de lo que queremos pensar, la libreta no juzga, nos juzgamos nosotras. Este año quiero continuar con mi bullet journal. Propósito número uno.

El año pasado me compré mi primera pluma. Ahora tengo dos plumas (os veo, #estilográficas de Mastodon) y un tintero de tinta negra, y le doy uso diario. He descubierto que me encanta escribir con pluma, y que con pluma y una libreta agradable escribo más a mano. Aparte de los beneficios que aporta escribir a mano, he descubierto que me hace feliz, y eso es más importante que cualquier estudio científico. Ahora escribo a mano lo que pasa en mis partida de rol, lo que se comenta en las reuniones de trabajo y lo que tengo que hacer al día siguiente, y me gusta y además lo hace más real. También, debido al cansancio y los pesares emocionales que lo acompañan, me he dado cuenta de que mi memoria está hecha polvo y no retengo nada. Especialmente, no retengo nada de lo bueno que me pasa, y ese es el camino directo a deprimirse. Este año quiero continuar y profundizar con la escritura a mano, y he empezado un diario. Me he comprado otra libreta bonita y cara, de papel agradable y cubiertas de polipiel, que me agrada a la vista, al tacto y a la escritura. Llevo diez días escribiendo lo que me ha pasado, aunque sea poco y sencillo, pero el compromiso es escribir algo bueno que me haya pasado cada día. Hay entradas que son un par de líneas contando que lo mejor ha sido rascarle la tripa a mi gato durante media hora, hay otras que son páginas contando cómo me siento porque ha pasado algo importante. La caligrafía es mala, el texto no tiene apenas orden, pero me da igual: el objetivo es escribirlo, no leerlo. A pesar de mis quejas, me pasan muchas cosas buenas a lo largo del día y tengo mucha suerte de tener la vida que tengo. Lo mínimo que puedo hacer es fijarme en lo bueno, darme un rato para sentirlo, agradecerlo, dejarlo por escrito. El cansancio no me lo ha quitado todo.

Unido al diario, quiero complementarlo con imágenes de esos momentos felices. Mi autoregalo de Reyes ha sido una impresora de fotos portátil, compacta. Quiero empezar a hacer fotos de los momentos que me hacen felices, imprimir esas fotos y pegarlas en el diario, como una versión analógica del #photodump de Instagram. De momento tengo varios selfies, una foto con mi gato, un desayuno y una foto de mi padre leyendo el libro que le regalé en Navidad. Con esto quiero quitarme la responsabilidad de hacer fotos bien y usarlas para lo que en realidad se concibieron: para capturar un momento que quieras recordar. Esto no quita que quiera seguir haciendo mis fotos de «estudio» cuando pueda, pero ahora mismo no puedo. Es mi forma de adaptar mis ganas de hacer fotos a mi baja energía, pero no dejarlas por completo. Y a lo mejor hago un álbum de mis gatos, que siempre he querido hacerlo.

He decidido volver más a lo analógico, lo táctil. Estoy leyendo libros en papel en vez de en Kindle, porque me da la sensación de que al obligarme a sostenerlo me centro más en ellos y lo retengo mejor. Igual es pura sugestión, pero no me importa: si me hace sentir mejor, me sirve. Este año, como todos los anteriores, sigo sin tener un objetivo de lectura. Lo que sí quiero es empezar a subrayar y marcar lo que es relevante para mí en un libro. Vengo de la escuela de pensamiento de santificar los libros físicos (por haber tenido poco dinero para gastar en ellos) en lugar de tratarlos como objetos que me deben ser útiles. Además, estar pendiente de lo que quiero subrayar me ayudará a concentrarme más en la lectura y quizás me sirva para entrenar mi concentración. Esto es a la vez una estrategia contra mi cerebro hecho gruyere y una forma de perder el miedo a «estropear» los libros. Los libros están para usarlos.

En la misma línea, unido a todo esto de lo analógico, entrenar la concentración y escribir, he empezado a aprender caligrafía. Me imprimí un manual de caligrafía itálica, tanto para hacerla «bonita» como para escritura del día a día. Compré un paquete de hojas rayadas, y he pasado varias tardes escribiendo n, u, i, l, h, m. Hojas y hojas enteras, hasta que la conexión se forme en mi cerebro y la memoria muscular trabaje por mí. En silencio, o con música muy suave, concentrada en empezar y terminar los palitos en su sitio, nada más. Sería genial si acabo teniendo una caligrafía más o menos bonita, pero por ahora solo quiero una actividad que me permita concentrarme durante un rato, pero que sea fácil de hacer. Aquí he encontrado un equilibrio excelente. Aún no he hecho nada este año, porque en sigo aterrizando el parón de Navidad y el cansancio que me he traído a cuestas, pero sigue estando en mente. Si sigo, será estupendo. Si no, habré perdido seis euros de inversión. No quiero añadirme más responsabilidades si no me aportan lo que busco.

Más difícil está siendo adaptar el tema del ejercicio. Con la energía bajo mínimos no me sobra para desperdiciarla entrenando, pero el ejercicio sigue siendo importante, tanto a nivel mental como al físico; todo el mundo se beneficia de hacer ejercicio, desde las dosis de esfuerzo más bajas. Por lo pronto, quiero continuar con mi mínimo objetivo de 4000 pasos al día, al menos cinco días en semana. Además, quiero ir al gimnasio dos días en semana, a hacer un entrenamiento suave. Lo primero lo estoy cumpliendo, pero lo segundo no tanto. Aun así, el gimnasio no se va a mover de ahí; ya volveré.

En el apartado de autoestima y autoimagen (que para mí van de la mano), tengo una cosa clara: este año quiero que servir más coño. 2023 ha sido el año de darle una vuelta de tuerca a vestirme y maquillarme, y me ha sentado increíble. Todo lo que no me atreví a hacer con 20 años lo estoy haciendo ahora: uso crop tops aunque tenga la tripa hinchada y se me vean michelines, enseño escote hasta el esternón, llevo faldas con raja hasta las bragas y voy más ceñida que las fajas de Christina Hendricks en Mad Men (te alabamos, óyenos). Me maquillo como una puerta a la mínima oportunidad, sin miramientos sobre si voy a ir sobrevestida porque me da igual: me he cansado de esperar a que a la gente le apetezca lo mismo que a mí. Me hago selfies en los que me veo bien y los subo a redes sin darle más vueltas. Este año, además, me he tomado en serio lo de aprender de maquillaje: he descubierto lo que me sienta mejor, he aprendido técnicas que me funcionan y exploro cosas que hace años no se me habría ni ocurrido intentar. Quiero seguir experimentando y aprendiendo, luciendo como mi propia fantasía en lugar de conformarme con fantasear, como si tuviera quince años y no le temiera a nada.

Este propósito va a sonar raro teniendo en cuenta el cansancio, pero este año quiero salir de fiesta. Han empezado a hacer unas sesiones góticas en Madrid, el sábado pasado fui a una y me lo pasé genial. Es la primera vez que salía de fiesta a gusto, arreglada como me apetecía, en un entorno cómodo y con música que me gustaba (casi todo el rato) a bailar hasta que me quedara sin fuerzas. Fuimos cuatro góticas a bailar como murciélagos colgados del techo, entre chavalitos muy entregados al hard rock y señores con edad de ser mi padre con un estilazo que ya quisiera yo. Fue la primera vez que salí de fiesta en pandilla, a un sitio donde quería ir y no al que iba a acompañar a alguien o a escuchar música que me gusta a medias. No aguanté mucho, pero sí lo suficiente para irme a dormir feliz. El domingo estuve todo el día destruida y el lunes también, pero mereció la pena. Quiero repetir tanto como el cuerpo me lo permita. He tenido que esperar hasta los 32 y a saber qué cansancio para poder disfrutar de ponerme guapa y salir de fiesta, y estoy contenta de que haya llegado, por fin.

Respecto a la música, quiero volver a descubrir música. El tiempo de cerebro cansado y ansiedad me ha sumergido en las mismas listas de reproducción de siempre, que me hice para provocar un estado de confort y familiaridad que me mantuviera enfocada pero que me han absorbido por completo. Quiero usar más Bandcamp, aunque aún no me veo preparada para dejar Tidal de lado. Tal vez pida recomendaciones periódicas en Mastodon, a ver si algo estimula mi curiosidad, no lo sé. También he empezado a comprar discos, porque tarde o temprano tendré un equipo de música con reproductor de cedés, cedés que ninguna discográfica puede quitarme, y es dinero que va a grupos que quiero agradecer el trabajo que hacen. Quizás uno o dos al mes, sin prisa, para ir preparando un hogar propio que aún no tengo, pero que aspiro a tener. Quizás ese es mi ajuar, y esos discos son la esperanza de tener algún día una casa. Alana me ha regalado por Reyes cuatro discos fundamentales en mi vida y en la suya, cuatro discos que nos unen desde que nos conocimos. Lo que siento al tenerlo en las manos es algo que quiero sentir siempre.

Estoy contenta porque he podido volver a hacer regalos como me gusta. Siempre se me ha dado bien hacer regalos y disfruto haciéndolos, pero en los últimos años esa chispa se había apagado y acababa haciéndolos por obligación. Esto da para otra entrada. El caso es que este año, por fin, he vuelto a tener la claridad de mente de poder escoger con cuidado un regalo para alguien, y acertar de pleno. Estas Navidades he regalado a mi familia cosas que ya tenía en casa, pero que sabía que iban a disfrutar. De todas me ha dolido deshacerme, pero, siendo honesta, no les estaba dando el uso que las cosas se merecen. Creo que Marie Kondo acertó de pleno al explicar que las cosas hay que honrarlas, y las que no estés honrando debes dejarlas ir. El año pasado me deshice de muchas cosas, sobre todo ropa, que ya no usaba como es debido o que no me cabían. Ahora, en lugar de estar en mi armario, están adornando amigas que le darán buen uso y que, si no, regalarán para que las prendas sigan aportando felicidad hasta el final de sus días. Este año me he propuesto hacer regalos con convencimiento, y sin compromiso. Siempre que pueda, serán cosas que ya tengo. Si este año tengo un regalo y reconoces que ese objeto lo he usado yo antes, que sepas que le he puesto más cariño y sacrificio que si lo hubiera comprado para la ocasión.

Por último, este año he decidido que me voy a hacer la vida todo lo cómoda que pueda permitirme. Este año ha sido el primero que he puesto la calefacción de forma más o menos habitual, porque el cansancio me ha dado frío. En algún momento me di cuenta de iba con cuatro capas de ropa por casa y tiritaba, cuando tengo bomba de calor eficiente y una compañía eléctrica que solo genera con energías renovables, y dinero suficiente para encenderla si la necesito. Me di cuenta de que estaba haciendo el tonto y no necesitaba hacer renuncias que hace unos años sí, pero que ya no. Ahora pongo el lavavajillas aunque no esté lleno del todo si eso me facilita las cosas. Pongo la lavadora aunque no sea la hora de tarifa valle. Caliento el baño antes de ducharme. Vuelvo a casa en taxi si estoy muy cansada. Empezaré a hacer la compra online. Seguiré usando libretas buenas que me hacen feliz al escribir en ellas. Encenderé velas aromáticas para trabajar y escribir. Tengo la inmensa fortuna de poder permitirme todo esto, y mi cuerpo se merece cuidados y sensaciones agradables después de todo lo que estamos pasando juntos. Ojalá pudiera hacer la vida más cómoda a todas las que me leéis. Os invito a pensar un poco si hay algo que podáis hacer para que vuestra existencia física sea más agradable.

Y ahora, por último de verdad, me he propuesto hacer de esta web un blog más que un repositorio de ensayos. Estaba costándome arrancar a escribir porque me puse a mí misma la responsabilidad de que cada texto tenía que ser una reflexión útil e interesante, que es por lo que supongo que se ha suscrito tanta gente a mis sucesivas newsletters. De esas tengo muchas en la cabeza, pero no la energía para redactarlas. También me ha pasado lo que dijo Silvia, que esta web me parece demasiado bonita para «ensuciarla» de entradas banales y personales. Pero eso lo estoy juzgando yo, no la web. Este es mi espacio, y cabe todo lo que yo os quiera contar.

17 comentario sobre «La típica entrada de año nuevo (II): sobre los propósitos»
  1. «Pongo la lavadora aunque no sea la hora de tarifa valle. Caliento el baño antes de ducharme. Vuelvo a casa en taxi si estoy muy cansada. (…) Tengo la inmensa fortuna de poder permitirme todo esto, y mi cuerpo se merece cuidados y sensaciones agradables después de todo lo que estamos pasando juntos» Me ha retumbando esto, muchas gracias por compartir!

    1. A veces vivimos en modo DefCon incluso cuando no tenemos que estar en DefCon, por pura inercia y por miedo al futuro. Pero el miedo al futuro no puede robarnos todo lo agradable del presente

  2. Mira, yo también quiero salir más de fiesta y bailar. Me gusta maquillarme pero también me gusta que me maquillen, cuando veo tus selfis pienso por diossssa q me maquille a mi. También estoy escribiendo a mano. Gracias por escribirte y enseñarnos.

  3. Estoy leyéndote con fruición. Espero que puedas dejar de estar cansada (tengo un brote de colitis ulcerosa y la mitad del tiempo no tengo fuerzas ni para cocinar ni para comprar ni para limpiar la casa, lo que me agobia, pero solo lo justito: del deporte ni hablamos) y me encantan tus propósitos de año nuevo. Con la ropa y el maquillaje a mí me ha pasado algo parecido, teniendo en cuenta que yo me he pasado la vida comprándome lo que me cabía y no lo que me gustaba. No te pongas crops, porque estás gorda. No enseñes la barriga ni las piernas. Ayer me puse un vestido que era de largo una cuarta más allá del culo. Sí, iba con medias tupidas, pero coño, es un paso. Y me he comprado ropa gótica y medias de rayas y también ropa con la que parezco un cupcake. Y estoy siendo feliz con mi abrigo verde con pelitos rosas fucsia.

    No tenía ni idea de que existían las impresoras portátiles compactas de fotos: ¿cuál te has comprado?

    Qué bonito es leerte. Muchas gracias.

    1. Aprender lo que te gusta ponerte es un proceso complicado cuando llevas toda la vida obedeciendo órdenes, pero es divertidísimo. Me muero por ver ese abrigo, ese cupkace y esas medias de rayas, ojalá la disfrutes muucho.
      La impresora es la Canon Selphy CP1500, pero la 1300 es exactamente igual de buena.

  4. Me ha encantado que el propósito de este aso sea mejorar tu calidad de vida. Calefacción, pillar taxi… Espero que este año sea capaz de seguir tu ejemplo y cuidarme y quererme mucho. De primeras estoy yendo a comprar ropa, cosa que aborrezco, pero leñe, se agradece tener pantalones nuevos, comprar bragas nuevas y demás después de haber adelgazado y tal.

    1. Una cosa que aprendí hace tiempo, en una de las ganancias de peso rápidas, es que la ropa te tiene que servir a ti, no tú a la ropa. Si la que tienes ahora no te funciona, pues a dejarla ir (regalarla, donarla, venderla) y a conseguir ropa que sí.

  5. Me da alegría leer tus propósitos de año nuevo, son geniales, y creo que te van a sentar muy bien, que ya te están sentando muy bien. Te deseo un gran año 😊

  6. Me ha encantado esta entrada, me pasa lo del modo supervivencia también por inercia. Qué difícil es romper esas inercias de lo que se supone que se debe hacer y cómo son las cosas, incluso aunque ya no respondas a nadie que te lo diga, la voz ya está dentro de tu cabeza

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *